Felicidad
La felicidad, o cumplimiento, es el gusto y el sentido de nuestro ser hombres, el fruto de la libertad de amar. Si la dimensión del ser humano es la libertad, su vocación es el amor, su fin es la felicidad. El fin es, por tanto, la felicidad en la tierra, pero el contenido de esta felicidad es nuestra elección total del amor, que abre al otro distinto de uno mismo. Vivir el amor significa, entonces, escoger ser amor, poniéndose en comunión con todo lo que es y puede ser, en cuanto que la capacidad para crear y relacionarse es intrínseca al mismo amor. Y construir en éste
éste todas las relaciones quiere decir ponerse en la dinámica de lo infinito, como dimensión propia del hombre. Desde el profundo deseo del ser humano es desde donde nace la historia, de donde nace el futuro, de donde nace la posibilidad de ser felices, aunque para pensar en la felicidad como posible hay que tener esperanza; es decir, aquella actitud del corazón que nos empuja  a realizar lo que en nosotros sólo está esbozado. El dolor del hombre acaba cuando éste, finalmente, se atreve a superar la desconfianza que tiene en que puede ser lo que él quiere  ser, en la historia y siempre.



La felicidad en la experiencia mística de Angela Volpini

Es necesaria la esperanza para pensar el futuro como posible, para pensar que tú no eres finito y que tienes todas las posibilidades, pero es la creatividad la que debe llevar a ser lo que no existe. El futuro, efectivamente, no es un punto a alcanzar, sino para construir. La creatividad nos libera de la necesidad. María sabe, más que cualquier otro ser humano, que la vía de lo Divino, que yo he llamado cumplimiento o felicidad, es lo humano en la tierra. El paraíso está aquí, en la tierra. El paraíso es vivir con alegría la naturalidad de la relación con Dios, con los hombres y con el ambiente. 
Nuestro tiempo histórico y personal es para elegir vivir infinitamente y superar los límites que nuestra creatividad exige para asemejarnos al Padre Creador. La historia, cuando es proyecto de comunicación, no puede sino desembocar en el reino de la plenitud y de la felicidad, donde Dios y el hombre podrán vivir juntos, concretamente, en este mundo físico liberado del límite. Es en la historia, y no fuera de ella, donde el ser humano puede realizarse, transformando su realidad y la realidad de su ambiente, llegando a ser capaz de vivir la comunión y la libertad consigo mismo y con el otro, en la cotidianidad, de la que en el fondo ya es signo la experiencia de amor entre los hombres, y la mística con lo Divino es signo, igualmente, de la comunión con todo. Yo creo que la realización del hombre es posible y que su fin histórico es el de realizar la comunidad histórica. Debemos traducir el amor, además de en relación entre nosotros, también en amor hacia las cosas, para transformar nuestro ambiente en felicidad y ofrecer éste a Dios como El nos lo ha ofrecido como posibilidad de vida. La felicidad, para nosotros, no puede ser sólo espiritual, porque nuestra naturaleza no es sólo tal. Las cosas, lo visible, lo palpable no sirven para la felicidad si no se comprende la razón que las liga a nosotros. Si se alcanza a comprender que la razón es de amor, entonces también esta genera nuestro amor hacia Aquel que también ha querido hacerse presente a nosotros con las cosas, de las que tenemos necesidad. De este modo la necesidad también es comprendida y vivida como relación de amor y se hace liberadora. Cuando me coloco en mí siempre y pongo también mí siempre en el ambiente, entonces ya no hay necesidad de otra tierra y de otro cielo. Felicidad quiere decir, también, que podemos recrear nuestro ambiente como más nos agrade, como más nos corresponda, y que somos libres para hacerlo. Este mundo, el universo, no es provisional, es eterno, es infinito, es nuestra situación para siempre, no para el tiempo. Es decir, no somos seres espirituales, somos seres humanos, nuestro valor está en esto, somos hechos de espíritu y de cuerpo; este es el hombre, no estamos de paso, sino que estamos para siempre, para esto el Creador nos ha confiado el mundo.
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