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Magnificat
Luciano Era
Brazos que me sorprenden en el juego. Labios que me besan los cabellos. Separación exploratoria. Encuentro de un rostro. Rostro que es especie y que, en el mismo instante, se hace persona humano-divina.
Revelación del corazón de Dios en el corazón humano, mediante el encuentro de dos criaturas que se reconocen iguales y distintas, originarias y comunicantes, persona y humanidad, sujeto y especie. Ella estaba allí junto a mí, me besaba, me tocaba. Su cuerpo tenía la consistencia de un cuerpo humano y la
sinuosidad
sinuosidad de una mujer, sin embargo contenía lo creado, los tiempos, los espacios, el surgir de la creación y de su plenitud  Su voz penetraba en mis tímpanos como cualquier voz humana, sin embargo me comunicaba, con cada palabra Su vida, Sus elecciones, Sus deseos, Sus dolores, Sus amores. El tiempo y el espacio se volvían transparentes en Sus palabras: Su tiempo y mi tiempo, el tiempo de la Historia del hombre y el no tiempo de Dios. Su cuerpo no ocultaba los anhelos de su espíritu, ni las imágenes de su mente. Su espíritu hacía vibrar el cuerpo de Amor, como Su mente proyectaba en Su cuerpo toda la Historia del hombre y de Dios. Ella era allí quien me miraba y yo veía el mundo. Ella me hablaba y yo experimentaba lo Divino. Ella me amaba y yo conocía al Dios - Amor. María es Aquella que ha unido cielo y tierra en una generación nueva. Ella ha vencido a la muerte también física porque ha elegido el Amor. Ella ha salido de la nada de la existencia dando a Su existir el sentido del Amor. Ella ha vencido el miedo a lo desconocido, ha roto la concepción de nulidad, de oprobio, de finitud que el ser humano tenía de si mismo. Ella es Inmaculada porque se ha atrevido a concebir la posibilidad de transformar Su naturaleza a través de Su opción-elección. Maria me ha hecho ver a los hombres más allá de sus obras, en sus intenciones, en sus deseos, esperanzas. Sus rostros me parecían de niños. El mal de cualquier género, físico y moral, jamás lo he visto como culpa, elección o condena, sino sólo y tan sólo como carencia. Carencia de humanidad plena, carencia de Divinidad, no sabiendo todavía amar. En el hombre no hay jamás culpas, los hombres son amables no sólo porque al amarlos se hacen humano-Divinos sino, sobre todo, porque son inocentes. Dios, María y yo – María, el mundo y yo – una doble trinidad que me daba el gusto indescriptible de abrazarlo todo sin confundirme, un regocijo relacional puesto por mi libertad y por la elección de ser, de dar  y recibir Amor. María es la Mujer que no acoge más  en su seno a los hijos asustados, sino que les indica el duro camino del cumplimiento: la Historia

Es entrar en el Magnificat.




Los textos han sido extraídos de: "La madonna accanto a noi" de Angela Volpini.
Lo divino en el hombre
Magnificat
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